viernes, 28 de agosto de 2009

DIA 3 - Tras la conquista del onix

Es extraño como lo que para algunos es cotidiano, para otros es un lujo exquisito y difícilmente repetible. En nuestro caso, el despertar en una cama fue una inyección única de energía y buen ánimo... perfecta para iniciar el día más difícil del trayecto a Córdoba.


El desayuno: lo que de la torta había quedado la noche anterior

El lugar: El zócalo de Atlixco


El amanecer no pudo ser más bello, la frescura de Atlixco hizo fiel gala a su auto-denominado “mejor clima del mundo”. Así, con Rodrigo recuperado, el avance fue relativamente simple durante los primeros kilómetros, sin embargo, pronto las reminiscencias del viaje anterior se hicieron presentes; el inicio de subidas adornadas por una espantosa terracería nos hicieron considerar la posibilidad de perdernos nuevamente, tal como sucedió un año atrás.


Y es que no pasó mucho tiempo antes de que el camino nos mostrara cuan traicionero puede ser; una de las llantas de Robert (Cervantes) se había ponchado. El culpable: un hilo metálico de la llanta de algún camión que a su paso había dejado. El resultado: Tendríamos que parar hasta que el problema quedara resuelto.


La ponchadura de una llanta es uno de los eventos más molestos en el recorrido de un ciclista pues, si bien la bicicleta no se ha descompuesto, es imposible avanzar; al mismo tiempo, es necesario ser muy cuidadosos en la revisión de la llanta, pues siempre es posible que el hoyo por donde se escapa el aire sea diminuto o que bien el causante de la ponchadura siga inserto en la llanta. Pero, al fin, después de aproximadamente media hora de reparación y recaudación de agua para la causa, pudimos continuar nuestro camino.


De antemano sabíamos que este sería el día más complicado de la ruta, y quizá eso ayudó a guardar el buen ánimo; es decir, aun estábamos haciendo lo que más nos gusta y la ruta aun no miraba ni a lo lejos su final. Este buen ánimo ayudó sin duda, pues justo al llegar a lo que pensábamos sería la cima, los vecinos de un pequeño pueblo cercano al African Zafari, nos mostraron señalando con el dedo, una subida grotesca, infame, irreal a la que ellos irónicamente llamaban: “la quebradora”.


Al final, el ascenso a la quebradora fue lento pero constante, el buen ánimo que llevábamos con nosotros tras la buena noche en Atlixco ayudó para dominar lo que parecía indomable, inexpugnable; y es que francamente no pudo ser mejor, la vista desde la cima de la quebradora era espectacular, como una poesía plástica que se ve pero que, al mismo tiempo es palpable, experienciable en todo sentido.


A mi juicio, la conquista de lo que a la vista parece imposible termina siempre por ser la conquista de uno mismo, de los miedos e inseguridades que uno lleva consigo. En otras palabras, la conquista de lo que a la vista parece imposible termina pues, por ser la toma de conciencia de aquello que uno es capaz de hacer; es la ruptura de los límites que uno mismo se ha impuesto.


El camino después de la quebradora no tuvo mucho encanto, los paisajes estériles poblanos no ofrecían mucho para la distracción... sólo extensas planicies azotadas por un sol omnipresente y dominadas por una rectas carreteras que se extendían hasta donde la vista alcanzaba. Pero, igual que como se dice por ahí: “todo cae por su propio peso”, y así como la mañana se hizo medio día, éste se hizo tarde a su vez y, sin siquiera notarlo, estábamos ya en Tecali.



Tecali de Herrera es un pequeño pueblo que se encuentra a unos 40 km de la ciudad de Puebla, por la carretera federal núm. 150 que va de Tehuacán hasta Tepeaca, que se dedica al onix desde hace siglos, literalmente. Tecali es, como afirma Magali Sarmient en www.mexicodesconocido.com.mx/notas/1381-Tecali,-un-encuentro-con-el-ayer-(Puebla), un encuentro con el ayer, una pausa en la agitada vida cotidiana. Nos recuerda que en México hay muchos lugares interesantes; que son nuestros y merece la pena conocerlos.


Muy distinto a ese primer viaje a Córdoba, Tecali de Herrera nos acogió en la mejor forma en que un viajero puede se le puede acoger; esto es, nos dio comida barata. 30 pesos por todo lo que pudiésemos comer fue el trato en el mercado del centro y, siendo sinceros, debo decir que no recuerdo cuándo fue la última vez que comí así. Una parte de mí razonaba y decía que no debía comer mucho, pues aun no terminaba la jornada y, el avanzar con el estómago desbordante es siempre un arma de doble filo; sin embargo, tal como todos aquellos que se debaten entre la opinión de sus dos sujetos morales (uno con aureola y otro con cola puntiaguda), terminé, al igual que mis cofrades cicloturistas, dando un atracón cuasi épico de tacos gigantes.


El último movimiento en dos ruedas tuvo como destino final el pueblo de Tepeaca, un bello y apacible paraje famoso por su fiesta del niño Jesús, donde personas de todos los pueblos aledaños se reúnen para alabar los milagros de éste noble y simbólico niño. El trayecto fue como lo esperábamos, difícil por los estómagos en plena digestión y la sensación de desgano absoluto en el cuerpo.


Esa noche terminamos por instalarnos en la estación de policía del pueblo que, curiosamente, comparte su terreno con el cerezo local; de modo que pasamos la noche entre vaivenes policiacos y personas cuya realidad se oponía, a partir de ese momento, radicalmente a la nuestra; es decir, que mientras nosotros viajábamos haciendo gala de la máxima libertad que un hombre puede experimentar, la gente que entraba, estaba a punto de perderla en forma irremediable... vaya ironía.



domingo, 2 de agosto de 2009

Día 2.

La Cruz Roja siempre ayuda...



La mañana del segundo día nos llegó lenta, afable, con cuerpos recuperados, sin dolor de piernas, espalda o cabeza; el ánimo general era óptimo y la idea de tan sólo 40 km por delante hasta llegar a Atlixco nos llenaba de sonrisas el corazón. El desayuno: dulces y jugosas frutas que las ricas tierras del norte de Morelos dejaban a su paso tras caer maduras de los árboles... a veces incluso pienso que así podría pasar el resto de mis días.


El transcurso de la mañana, sin embargo, no resultó tan amable como el amanecer lo vaticinaba; una vez más, interminables subidas aglutinaban el horizonte, además, Rodrigo pronto volvió a experimentar malestar estomacal। Así, nuevamente paradas continuas mitigadas por bellos paisajes se convertían en la constante de la mañana. El medio día trajo consigo la entrada al pueblo de Atlixco; la imposición estética de su iglesia postrada sobre un cerro que algunos expertos consideran una pirámide, domina un pueblo plagado de magníficas iglesias y monasterios... definitivamente nuestro primer gran bastión poblano.



Atlixco es una de esas ciudades pequeñitas o pueblos grandes, olvidados por el turismo nacional e internacional; a escasos 40 minutos de la capital, se le considera la cuna del aguacate en México, al mismo tiempo, se jacta de poseer “el mejor clima del mundo”. El ultimo domingo de septiembre, Atlixco es la sede de un festival en el que se reúnen los representantes de las once regiones culturales del estado de Puebla, festival que es llamado HUEY ATLIXCAYOTL Fiesta grande de Atlixco y que es patrimonio cultural del estado de Puebla.


Desgraciadamente nuestro paso por Atlixco no fue del todo positivo a lo largo del día, pese a que la comida fue más que abundante, pues una vez más, tortas gigantes en el mercado de alimentos de Atlixco fueron reminiscencia del viaje anterior. Pero más tarde, luego de visitar al doctor para curar el malestar de Rodrigo, gran parte de los espacios públicos del pueblo donde pudimos habernos quedado nos fueron cerrados bajo el pretexto de ser Domingo y que las dependencias encargadas no trabajaban ese día. Al final del día decidimos resguardarnos de la lluvia en el mercado de alimentos, sin embargo, tras de tender la cama sobre unas tarimas, un policía nos advirtió sobre los peligros de pasar la noche en dicho lugar; numerosos casos de viajeros asaltados y golpeados nos hicieron reflexionar y emprender un viaje de exploración a la Cruz Roja de Atlixco.






No pudimos caer en mejor lugar, ahí en la Cruz Roja fuimos más que bien recibidos. El director el ingeniero Fernando Aguilar Neri, no sólo comprendió perfectamente el espíritu y filosofía del viaje sino que, además, nos proporcionó de un espacio con camas y baño donde pudiésemos descansar el cuerpo, el ánimo y mentalizarnos para el día más complicado antes de llegar a Córdoba, donde también advirtió sobre nuestra llegada a los espacios correspondientes.


Así, en suma, el viaje terminó con los cicloturistas contentos, animados, inspirados... el regalo de una bandera simbólica de la Cruz Roja que, de ahora en adelante portaríamos orgullosamente hasta el final del recorrido, significó una inyección de esperanza por el futuro de la empresa cicloturista.







jueves, 23 de julio de 2009

Día 1. que me duele la panza...

Si salir de casa al emprender un viaje siempre trae consigo cierta nostalgia difícil de explicar, salir de viaje en bicicleta por muchos días lo es más. Despedirse de las comodidades y el calor de casa siempre es un proceso complicado y a veces difícil de asimilar, y es que, de ahora en adelante sólo lo incierto es lo cierto; no más cama con televisión, no más paseos por la plaza o asaltos al refri de media noche. Sólo camino, sólo bicicleta, nuevos lugares, nuevas experiencias, nueva gente, nuevas emociones, nuevas amistades. Viajar en bicicleta es una experiencia difícilmente comunicable , todo transcurre lento, todo cuesta un poco más pero, al mismo tiempo, todo se disfruta más; el tiempo-tiempo se deforma tanto que todos esos pequeños detalles que hemos olvidado observar, oler, sentir y pensar parecen regresar como si de una reminiscencia se tratara. El primer día contemplaba llegar de Cuernavaca a Atlixco, sin embargo, sólo pudimos llegar a Hueyapan, a escasos 40 km de la meta. El trayecto de Cuernavaca a Cuautla ocurrió sin mayores emociones o percances, el calor abrazador del medio día y un camino altamente transitado fue testigo mudo de una historia de vida encapsulada en un pequeño localito en el medio de la nada donde se venden vestidos para novias y 15 años. “Novias Irene” dice el letrero. El pequeño negocio donde doña Irene nos regaló agua y sus bendiciones, se encuentra en pleno paso de la ruta de ampliación de la carretera Cuautla – I. De Matamoros, por lo que difícilmente verá el fin de año. A veces es complicado comprender cómo hasta en los lugares más remotos abundas las tragedias, las alegrías, las historias de amor y las rencillas legales. Poco antes del entronque con la autopista siglo XXI está la desviación a Temoac, un pequeño pueblo ganadero en la parte nor-oriental de Morelos. La parada fue obligada para el reconocimiento y la comida; apenas unos panes con queso, aguacate y agua fueron suficientes para recobrar las fuerzas y mentalizarnos para olvidarnos de toda idea de bajada en lo que restaba de jornada. Sin embargo, el calor incesante terminó con nuestras reservas acuíferas, más, el problema, en todo caso, es que la gente en Temoac no parece estar muy familiarizada o contenta con los foráneos, por lo que conseguir agua resulta un proceso complicado. Fue hasta las afueras del pueblo donde un humilde señor, de nombre Francisco Alegría, nos regaló agua suficiente como para finalizar la jornada, al tiempo que nos decía una frase tan sabia como lapidaria: >> El agua es de todos, Dios la puso ahí para todos; para ricos y pobres, por eso a nadie le debe faltar <<>



A partir de Temoac no hubo punto de alivio hasta nuestra última parada del día: Hueyapan. Sólo subidas marcaron nuestro camino a lo largo de la tarde, Además, para añadir un elemento más a la dificultad del último tramo, Rodrigo (nuestro viajero invitado) se enfermó del estómago, lo cuál impidió por completo el avance en dos ruedas; un dolor agudo en el vientre y continuas “paradas de emergencia” menguaron sus fuerzas y espíritu viajero.


Oficialmente, se considera Pueblo mágico a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros; sin embargo, puedo decir con franqueza que Hueyapan es el verdadero primer pueblo mágico al que he ido. La belleza de sus paisajes, la pureza de sus estructuras, la majestuosidad de sus montañas y, sobre todo, la humilde disposición de sus habitantes para con el prójimo irrumpieron con autoridad todo lo que creía saber sobre la gente y su buen o mal corazón.Tan solo un vistazo a Rodrigo en las afueras de Hueyapan fue suficiente para que una familia se preocupara y nos invitaran a su terreno a tomar un té que aliviara su dolor. La familia Cortez Martinez nos arropó con su hospitalidad y contaron sobre la vida sencilla de campo que se lleva en Hueyapan.

No quieren migrar hacia la ciudad por miedo a la corrupción vital, orgánica y espiritual que el mundo moderno pueda imponer en sus hijos. Así, viven de lo que sus plantíos de aguacate, durazno y chayote pueden producir y, sinceramente, puedo decir que no he probado frutos más dulces que los que el terrateniente corta de sus propios árboles; de modo que, el paraje de Tepetumuayo, a las afueras de Hueyapan, es una parada obligada para todo aquel que desee comer las frutas más dulces y las verduras más frescas de la región.

El pueblo de hueyapan se encuentra a unos 2,300 mts sobre el nivel del mar, por lo que ofrece una de las vistas más hermosas de todo el valle que divide Morelos de Puebla; el frío es crudo especialmente en las noches, por lo que pronto nos apresuramos a buscar un lugar para el descanso. Afortunadamente el centro de salud nos abrió sus puertas, así como unas colchonetas y techo para descansar y recuperar energías. Eso es muy importante cuando uno de los integrantes está en mal estado de salud. La cena apenas fue de unos huevos, pan, té de anís para el cansancio y pastillas para la diarrea para Rodrigo, pero la moral del grupo estaba en uno de sus puntos más altos por la proeza kilométrica del día y por el calor acogedor que 4 paredes pueden ofrecer al viajero cansado.



QUÉ ES ESTO ?

La siguiente es una historia verídica de toma de conciencia, contada por hombres y mujeres que creen firmemente que el mundo es un lugar hermoso, digno de ser explorado, que una vida que no se pone en riesgo, es una vida que no merece ser vivida, que viajar es mucho más que ir del punto A al punto B, que existen formas distintas de hacer las cosas.

El objetivo: Recorrer el continente americano
El medio: Bicicleta
Las herramientas: 2 Lap tops, 1 cámara de video y equipo mínimo para reparación de bicicletas.

Primeros pasos

El primer viaje de los cicloturistas, con miras al fin del continente, tiene previsto una vuelta por los estados de Morelos, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Puebla nuevamente y regreso a Morelos. Esto como un pequeño viaje piloto que afine los detalles con miras a los viajes subsecuentes hacia el sur del país y, por ende, del continente.